TEXTOS | La metanarración

Weblog de Manuel Cerezo Arriaza

Wed 14-03-2012 11:04 AM

La metanarración

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En este volumen se recogen dos novelas cortas de Ricardo Piglia, escritas en 1988 y que resultan historias paralelas, metaliterarias, en las que dentro del relato se plantea el hecho mismo de narrar, sus límites y posibilidades, y sus relaciones con la vida o los acontecimientos mismos.

La conciencia de las posibilidades textuales para orquestar toda narración en la mente de los escritores actuales ha llevado a algunos de ellos a introducir en sus obras la conciencia metanarrativa y a ensayar sus posibilidades dentro del texto, de manera que el relato se convierte además en un metarrelato, y la historia insinúa o ensaya otras posibilidades de ser contada, de ser concebida, de ser inventada, de ser gestionada.

Desde el punto de vista de los lectores, ello invita a prescindir de la suspensión de toda incredulidad, requisito imprescindible de la fruición literaria, y convierte al lector en un cómplice de los procedimientos narrativos ensayados o en un lector que reflexiona sobre las propiedades formales de la historia, de toda historia.

El argumento y su trama se desplaza hacia el procedimiento o la forma de contar, que tal vez sea el mayor argumento, no se sabe si el mejor, de toda novela. La novela enseña sus costuras, las muestra, no disimula sus arrugas, deconstruye sus formas convencionales y nos introduce en el juego de inventar o apreciar procedimientos narrativos insospechados.

Hasta el punto de que la historia se convierte en una relato de como la fábula se acaba convirtiendo en relato, en un relato fenoménico, donde lo que interesa ante todo son los avatares del autor o del narrador, jugando a la confusión o distinción de la identidad de ambos.

Cuando el arte se convierte en artificio manierista pierde frescura y espontaneidad, aunque la historia finja ser la más espontánea de las narraciones, la má verídica, la más fiel al proceo de construcción de la historia. Pues se finje que se miente, cuando se está diciendo la verdad. Y es que verdad y novela no se llevan bien, es una pareja que siempre anda alboratada. La verdad del relato es simbólica, la verdad de los hechos es puramente fáctica. La novela finje ser fiel a la verdad fáctica, pero su auténtica fidelidad lo es más bien a la verdad simbólica.  

De ahí la metáfora que da título a la primera novela, "Prisión perpetua", la del escritor que como Flaubert se encierra en la cárcel del lenguaje a unir palabras, oraciones y párrafos para contruir un texto mayor, llamado novela.  

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