TEXTOS | La novela del blogger

Weblog de Manuel Cerezo Arriaza

Sun 07-02-2010 08:15 PM

La novela del blogger

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Bartleby, personaje de Melville en su novela Bartleby el escribiente, sigue dando juego a la escritura, y sirviendo de pretexto para contar una historia en la que un personaje renuncia a escribir y a publicar.    

Es el caso de Arnold, el protagonista de esta novela, que apenas ha redactado de forma aleatoria y por azar diez páginas en su web. Ensimismado en una ciudad como París, escenario de todas sus nostalgias, prefiere cultivar el anonimato y su natural inclinación a la pereza.   

A esta vigencia del tema de Bartleby debe haber contribuido, sin duda, la obra de Enrique Vila-Matas Bartleby y compañía, cuyo  autor confiesa haberla escrito para evitar caer en el síndrome de la renuncia a escribir.

Esta novela se ha traducido al francés, y una y otra, la de Melville y la de Vila-Matas, aparecen citadas en la obra de Philippe Delerm, cuyo título es un homenaje a ese personaje inolvidable.

Junto al deseo de escribir, publicar, y adquirir fama, existe la oposición a hacerlo, en nombre de preservar una individualidad que se contenta consigo misma y no quiere exhibirse ante el público. Salinger ha hecho de gran parte de su vida un ejercicio de renuncia, una vez que saboreó las mieles y miserias de escribir.

Ahora Delerm encuentra en esta inclinación un motivo para escribir una obra, demostrando que el personaje no ha logrado inocularle su desidia. Sin embargo, el narrador omnisciente parece sentir esa tentación, pues entiende que la novela está acabada en el momento en que el personaje desiste de escribir y se despide de los lectores.

Este narrador se ha comportado, en cierta forma, como el escribiente de una vida que parecía necesitar de alguien que la relatara sustitutoriamente, con el mismo estilo con que el propio personaje podía haber escrito de sí mismo unos pots que el lector no disfruta, pero que se imagina a través del texto del narrador. 

Bartleby, que prefiere no escribir y que al final deja de hacerlo, sigue dando motivos para la escritura. Y es que en el texto hasta la ausencia es una marca. Y en el fondo no se puede dejar de escribir, pues hasta enunciar la renuncia es seguir escribiendo.

El blanco, el texto vacío, contiene a todos los textos posibles y agranda las posibilidades de una escritura tan tristemente limitada a decir estrictamente lo que dice. Renunciar a escribir es una huida de esta miserable condición. Renunciar a escribir es también quererse liberar de verse constreñido por lo dicho.      

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